Evangelio del domingo, 21 de octubre de 2018

El evangelio de hoy nos habla de que el verdadero poder está en el amor y no en el lugar que debemos tener o en imponer nuestras ideas o creencias.

Algunos apóstoles quieren saber quien se sentará a su izquierda y quién a su derecha, no piensan que estar al lado de Jesús es trabajar con él en su proyecto de amor, de justicia, de caridad. Trabajar con Jesús no es un camino de poder y rosas, sino un camino de sacrificio y amor. Amor que, al igual que a él, puede que te lleve a dar la vida.

Cuando el resto de los apóstoles se enteran, surgen los problemas, la indignación, y seguramente se increpan unos a otros. En el seno de los apóstoles surge la ambición, el ansia de poder y les lleva a separarse. Aquí es donde Jesucristo anuncia por tercera vez la Pasión y termina este anuncio como empezó, refiriéndose a que Jesús entrego su propia vida, su entrega fue hasta con su propia vida.

Esta mirada egoísta de los discípulos nos sirve a nosotros, les sirve a ellos para que Jesús enseñe como debe ser la vida de un discípulo, están llamados a servir y esta es una enseñanza no teórica sino bien práctica, porque Jesús mismo es el modelo, quien se pone como ejemplo, que vino a servir y a entregar su vida, esta es la clave para todos los que queremos seguir a Jesús.

Nuestra vida debe ser hecha ofrenda para servir a los hermanos, dar nuestro tiempo, nuestra vida, nuestro corazón. La vida debe ser puesta al servicio de los otros si queremos ser fieles a la llamada de Jesús.

Jesús sólo quiere que seamos como él, «servidores y esclavos», hijos de Dios dispuestos a dar la vida por los hermanos.

¿Cómo somos? ¿Cómo es nuestra comunidad? ¿Cómo es la Iglesia que formamos?

Jesús no habla para un grupo, sino para todos. Si realmente somos cristianos, nuestra misión, estemos donde estemos, es «servicio, apoyo, acogida, entrega, colaboración y, sobre todo, amor para dar a raudales».

 

Lectura del santo evangelio según San Marcos (10,35-45):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»

Les preguntó:

«¿Qué queréis que haga por vosotros?»

Contestaron:

«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»

Jesús replicó:

«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»

Contestaron:

«Lo somos.»

Jesús les dijo:

«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:

«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

Parroquia Sagrada Familia