Evangelio del domingo, 30 de septiembre de 2018

El Evangelio de hoy presenta la situación con la que se encuentra el Señor. Hay personas que expulsan demonios en su nombre y no son de los que él llamó especialmente, no son los del grupo de Jesús. Sin embargo, el Espíritu de Dios actuaba también en ellos. Se nos presenta así la vieja pretensión-tentación de tener la verdad en exclusiva y sentirse con el «poder» de controlar a todos los demás. Hoy sigue estando presente esa tendencia a pensar que sólo nuestro grupo, nuestro movimiento, es el único que tiene la verdad y que los otros no tienen ni siquiera razón de existir; esta actitud sucede incluso cuando se piensa que tal o cual sacerdote o tal o cual líder religioso es el que tiene la exclusiva para la construcción del Reino.

Hoy el Señor nos llama a buscar puntos de encuentro, tender la mano a todos los colaboradores que quieran luchar contra los demonios de nuestro mundo, reconocer la bondad ajena, tener mucha paciencia porque cada uno coopera de diferente manera a la única misión de la Iglesia que es evangelizar. No seamos de los que criticamos u obstaculizamos la extensión del Reino, sino unámonos en un solo Espíritu para que podamos llegar a la unidad en la diversidad.

Hay que trabajar por la unidad, por no dejar que la división vaya ganando terreno en tu vida de fe. Por eso es importante pedir la gracia del discernimiento. ¿Nuestra actitud cotidiana se parece a lo que manifestaron los discípulos? ¿Caemos en la pretensión-tentación de tener la verdad en exclusiva?

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,38-43.45.47-48):

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:

«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo.»

Jesús replicó:

«No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue.»

Parroquia Sagrada Familia