Evangelio del domingo, 16 de septiembre de 2018

Nuestro texto presenta dos partes bien distintas. En la primera, Pedro presta su voz a la comunidad de los discípulos y constata que Jesús es el Mesías libertador que Israel esperaba; en la segunda, Jesús explica a los discípulos que su misión mesiánica debe ser entendida a la luz de la cruz (esto es, como donación de la vida a los hombres, por amor).

Con la confesión de fe de Pedro, a nivel narrativo, Jesús inicia el camino hacia Jerusalén, lugar donde será humillado, juzgado y crucificado.

Imaginemos a Pedro, que al escuchar de su maestro que “debía padecer mucho”, presa del miedo y con la tan humana intención de evitar el dolor propio y de Jesús, parece no aprobar lo que cualquiera de nosotros llamaría locura.

La actitud de Pedro nos ayuda para entender que, a pesar del temor, en el seguimiento de Jesús la persecución y el desprecio son escenarios posibles para aquel que decide salir de su propio querer e interés.

Así como los discípulos han acompañado a Jesús en sus actos de poder, ahora les toca decidir si quieren acompañarlo en el camino hacia la cruz.

Pidamos en este Domingo la fortaleza de ser constructores del Reino de Dios tanto en los momentos en que nos aplauden y reconocen, como en los tiempos en que nos desprecian y humillan.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus díscípulos:

«¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos le contestaron:

«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»

Pedro le contestó:

«Tú eres el Mesías.»

Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie. Y empezó a instruirlos:

«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad.

Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:

«¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Parroquia Sagrada Familia