Evangelio del domingo, 5 de agosto de 2018
En este evangelio Jesús deja las cosas bien claras. No todo sirve en el cristianismo. Hay que bajar al fondo de nuestro ser y descubrir las motivaciones profundas de nuestro seguimiento a Jesús. Hoy, en la segunda lectura, San Pablo nos propone que nos revistamos “de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios”. Hemos sido configurados con Cristo por el bautismo y estamos llamados a vivir la vida misma de Cristo; de tal manera que Cristo sea para nosotros criterio de verdad, más aún la Verdad misma, y por tanto norma de nuestro actuar. Porque “la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor” (San Juan Pablo II, Encíclica “Veritatis splendor”, 1). San Pablo nos exhorta a que no andemos “ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios”.Es decir que acomodan la verdad a sus apetencias, apartándose de Dios fuente y origen de toda verdad y cayendo en la esclavitud del individualismo y del hombre viejo “corrompido por sus apetencias seductoras”.
Una dificultad para superar esa esclavitud del individualismo es la resistencia en la aceptación de la verdad, de una verdad sobre el hombre, sobre su bien y su destino. No es algo de hoy. El Evangelio nos muestra a Pilatos ante la misma Verdad hecha carne y de permite la ironía de preguntarse en alto, sin esperar en el fondo una respuesta: ¿y qué es la verdad? La cultura dominante de nuestro tiempo también ironiza con sarcasmo sobre la verdad, para en el fondo imponer su propia verdad pequeña al resto ¡y en nombre de la tolerancia y de los valores democráticos! Mientras opines (no quiero poner “pienses” porque de esto hace mucho que se ha abdicado con el pensamiento líquido y débil) como ellos, mientras seas políticamente correcto. Pero sólo hay una verdad, no muchas, sobre el hombre y el mundo, sobre el bien y la auténtica libertad. Y esta verdad está en Dios y no en el parecer del hombre ¡El hombre no crea la verdad, la descubre! Para ser más exactos le es descubierta. Se hace así imprescindible la humildad. Sin ella no alcanzaremos nunca la verdad.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,24-35):
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»
Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»
Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»