Evangelio del domingo, 22 de julio de 2018
En el Evangelio de hoy vemos que los apóstoles venían alegres porque Jesús los había enviado a predicar y sanar enfermos, pero también estaban cansados, como es de esperarse, de una jornada de tanto trabajo. Seguramente Jesús los quería llevar a pasar un rato agradable, juntos, compartir experiencias, chistes y anécdotas divertidas.
No obstante, la misión aún no había terminado, aún había mucha gente sedienta de la verdad, de felicidad, de paz y teniendo a Jesús con ellos, lo buscaban donde estuviera para llenarse de Él lo más posible. Tanto ayer como hoy, buscamos en Jesús las mismas cosas, buscamos el verdadero amor sin límites.
Al llegar Jesús a descansar, fácilmente pudo haber escapado, pero el sentimiento de su corazón fue la compasión. Nosotros somos tanto del grupo de gente necesitada de Jesús como del grupo de sus amigos. Necesitamos ardientemente de la misericordia y compasión del Señor, pero también nos invita a ser sus apóstoles y llevar su palabra. Sólo Jesús es nuestro Pastor y en Él nuestra alma encuentra el verdadero descanso.
El tiempo estivo es momento providencial para acrecentar nuestro esfuerzo de búsqueda y de encuentro con el Señor. En este periodo, los estudiantes están libres de compromisos escolares y muchas familias se van de vacaciones; es importante que en el periodo de descanso y desconexión de las ocupaciones cotidianas, se puedan restaurar las fuerzas del cuerpo y del espíritu, profundizando el camino espiritual.
(Homilía de S.S. Francisco, de 6 de agosto de 2017).
Sería bueno que nuestro descanso veraniego o de fin de semana conllevase siempre: un sentido humano y cristiano, un enriquecimiento cultural, una buena recuperación física y espiritual, una fraterna y amigable relación con otras personas y acaso con gentes de otros pueblos alejados por prejuicios..., y todo ello en armoniosa sintonía con la obra de la creación que es gloria y servicio de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo:
«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.