Evangelio del domingo, 15 de julio de 2018

Hoy se nos habla en las diferentes lecturas de la llamada de Dios para predicar su palabra. En la 1ª lectura Dios llama al profeta Amós, en la 2ª san Pablo nos habla de llamada general, y en el evangelio Jesús envía a predicar a sus apóstoles. A veces creemos que Dios llama a misionar o evangelizar a unas personas especiales, como pueden ser obispos y sacerdotes. Estos tienen el ministerio podemos decir de forma profesional; pero todos por el hecho de ser cristianos estamos llamados por Dios. ¿Quién puede decir que no ha sido llamado por Dios para ser testigo de su amor?

Llamó al profeta Amós; pero resulta que Amós no era profeta ni “hijo de profeta”, como dirá él. Era un sencillo pastor y campesino que sintió que Dios le llamaba para defender los derechos de Dios. Y lo hace a pesar de los impedimentos por parte de los que gobernaban y oprimían al pueblo. Los apóstoles tampoco eran sacerdotes. No había instituido aún Jesús la Eucaristía y el sacerdocio, ni les había dado el poder de perdonar ni habían recibido la unción del Espíritu Santo; pero Jesús les envía a predicar, a ser testigos de lo que habían visto y oído en su presencia.

Y les da unos consejos o advertencias, que nos valen para todos nosotros. Les dice que vayan de dos en dos. Esto es un signo de la armonía y ayuda que desde el principio de la Iglesia siempre debe haber entre los misioneros. A veces ha habido iniciativas individuales muy buenas; pero, como somos seres sociables, el mismo crecimiento en el espíritu, pero sobre todo la evangelización siempre ha sido más provechosa hacerlo en grupos, que nos sirvan de ánimo y ayuda. Por eso, aunque sintamos un vivo deseo de hacer algo grande por Jesucristo por cuenta propia, lo más conveniente será a través de alguna organización en la parroquia o en la diócesis.
“Les da poder sobre los espíritus impuros” o demonios. Esto no quiere decir que tuvieran una especie de poderes mágicos, con ritos y fórmulas secretas, para brillar o impresionar. Jesús nunca usó la fuerza para que alguien se convirtiera. Dios siempre es respetuoso con la libertad del ser humano. De modo que, como veíamos el domingo anterior, Jesús en Nazaret, al ver que faltaba la fe, “no pudo hacer milagros”. El poder y el milagro de nuestra parte están en el vivir al estilo de Jesús. De hecho no podremos echar demonios, si nosotros estamos poseídos de varios demonios, como son el egoísmo, la injusticia y tantos pecados. Esos son los demonios peores que podemos expulsar si vivimos en el amor a Dios y en una verdadera fraternidad.

Uno de los consejos principales es la pobreza. Les dice que lleven bastón, para poder mantener la marcha, pero no para dominar y someter por la fuerza. En realidad es difícil determinar la pobreza o falta de recursos humanos, según cada época y cada circunstancia. Lo cierto es que tiene que haber una tendencia hacia ella. No se recibe la llamada a evangelizar para sacar provecho material, sino para enseñar la buena nueva del amor de Dios y nuestra fraternidad. Para ello la imprescindible mochila es la del amor. A veces se confía demasiado en medios humanos, como la capacidad de palabra o dinero u organización, queriendo casi sustituir a los medios divinos. Los medios materiales pueden ayudar, pero no son lo fundamental. Y muchas veces sucede que el demasiado “boato” externo y la demasiada alianza con potencias políticas y económicas dan una imagen negativa de la Iglesia.

Esto no quiere decir que la Iglesia no tenga que hablar sobre política u otros asuntos materiales, con tal que sea para defender los derechos de Dios y de los pobres. Si se busca el bien con recta intención, el fruto será cierto. Pero no será de la manera que nosotros lo hemos pensado o con la rapidez que esperamos. Dios tiene su tiempo y su razón. Lo cierto es que, si se predica el evangelio buscando el mensaje de alegría y salvación, un día de alguna manera veremos los frutos. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y añadió:

«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Parroquia Sagrada Familia