Evangelio del domingo, 24 de junio de 2018
Quienes asistieron al nacimiento de Juan, sobrecogidos ante los signos que lo acompañaron, se preguntaban: ¿Qué va a ser este niño?
No hace falta haber leído a Aristóteles, ni dominar los conceptos de potencia y acto, para entender que una vida que comienza encierra un mundo en germen dentro de ella. El crimen del aborto no consiste sólo en matar a una persona; es un universo irrepetible el que se extermina cuando la vida de un niño es segada. Clint Eastwood, que no es Aristóteles, hace decir a su personaje en «Sin perdón»: «Cuando matas a un hombre le quitas todo lo que tiene, y lo que podría tener».
En el recién nacido hay toda una historia no escrita, un designio divino aún por descubrir. La educación del hijo debería consistir en dejar que ese designio único se muestre y colaborar con él.
Porque el plan de Dios sobre un niño puede frustrarse. Si no se escucha al Creador en los vagidos del bebé, si no se enseña al pequeño a entrar en diálogo con el Señor, si se prescinde de la vocación con que cada ser hu-mano está marcado, se priva al hombre de la posibilidad de ser feliz.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,57-66.80):
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre.
La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.