Evangelio del domingo, 3 de junio de 2018

 

Hoy es la ‘Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo’. En esta tierra seguimos hablando de ‘Corpus Christi’, pero corremos el riesgo de recortar parcialmente su sentido. No en vano Jesucristo se nos entregó como “verdadera comida” y “como verdadera bebida” e insistió en que teníamos que comer su Cuerpo y beber su Sangre. Pero hemos de entender bien estas palabras. Porque, como él era semita y nosotros tenemos una mentalidad griega, corremos el riesgo de pensar que en la Sagrada Hostia está el Cuerpo y en el Cáliz está la Sangre y que sólo juntándolos, tenemos el Cuerpo y la Sangre. Pero no es así.

Cuando un semita hablaba del “cuerpo” y de la “sangre” de un hombre, se refería en los dos casos a la persona entera. Al decir Jesucristo en la última Cena, “esto es mi Cuerpo” y “esta es mi Sangre”, decía: “Esto soy Yo, en mi realidad total de Dios-Hombre”. Cuando ahora vuelve a decirlas por medio del sacerdote, nos dice a cuantos estamos en la Eucaristía: “Esto soy Yo, como Dios y como Hombre verdadero”. Dicho en otras palabras: él mismo se hace verdaderamente presente entre nosotros y se nos entrega en comunión. Por eso, sin miedo a exagerar, podemos decir que nosotros somos “contemporáneos” suyos. No estamos, por tanto, ante algo sino ante alguien, ante una Persona viva.

Es verdad que Jesucristo está también verdaderamente presente en su palabra, en sus ministros, en la asamblea reunida para salmodiar y alabar a Dios. Pero sólo en la Eucaristía su presencia es substancial, es decir, sólo en ella está presente la Persona misma del Resucitado. Por eso, cuando comulgamos, comulgamos a Cristo. Y cuando vamos a rezar ante el Sagrario, vamos a estar y hablar con el mismo Jesucristo. Si tuviéramos más conciencia de esto, las iglesias estarían menos vacías y Jesús sacramentado estaría mucho más acompañado. Y, como consecuencia, habría más padres, más esposos, más jóvenes, más sacerdotes, más necesitados a los pies del Sagrario, pidiendo y alcanzando la gracia de ser cada vez mejores discípulos suyos.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (14,12-16.22-26):

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

«Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Parroquia Sagrada Familia