Evangelio del Domingo, 14 de Junio de 2015

El evangelio de hoy es un evangelio que os viene como el anillo al dedo. Porque si hay algo que necesitarnos los hombres y las mujeres de la Iglesia y de la sociedad actuales es ser hombres y mujeres de esperanza y de coraje.

El pesimismo y el derrotismo se han adueñado de nosotros. Todo lo vemos negro. No tenemos proyectos entusiasmantes ni ofertamos cosas atrayentes. Nos hemos instalado en la crítica negativa y en el "aquí no hay nada que hacer".

El evangelio de hoy nos dice que estarnos equivocados al hacer estos juicios y ser tan negativos. Nos pasa como al que no entiende de campo y piensa que la semilla no crece si el labrador no está junto a ella y tirándola hacia arriba. No. La semilla tiene en sí tal fuerza, que crece mientras el labrador duerme o trabaja en otras cosas. Es verdad que desde la siembra hasta la siega tienen que venir el frío, las heladas, la nieve, la sequía y los calores. Pero la semilla es más fuerte que todos ellos y, cuando llega el verano, el labrador recoge en proporción a lo que ha sembrado.

Esto es lo que sucede con la Palabra de Dios que Jesucristo siembra en los corazones de los hombres. Encierra tanta fuerza en sí misma, que basta sembrarla para que un día dé cosecha. Al principio puede tener la apariencia de una semilla tan minúscula como la mostaza, que apenas es perceptible. Pero, con el tiempo, crece y crece hasta convertirse en un arbusto donde los pájaros pueden anidar o refugiarse un día de tormenta. Lo decisivo es sembrar y tener la fe y la paciencia del labrador. Vendrá el fruto.

Los que somos hijos de labradores sabemos muy bien que hay tres momentos: la sementera, la espera y la siega. Hay que saber respetar los tiempos sin querer quemar etapas. Cuando estamos en octubre, lo que toca es sembrar y, cuando llega agosto, lo que toca es cosechar. En el entre tanto, lo que toca es saber esperar.

¿En qué momento nos encontrarnos ahora en la Iglesia y en el mundo? Pienso que en la sementera. Mejor: en una segunda sementera. Por eso es tan importante ser hombres de fe y esperanza. Porque sólo siembra el labrador que confía en que
—cuando toque- hará cosecha.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud:

«El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»

Les dijo también:

«¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Puedes escuchar la homilía aquí.

Parroquia Sagrada Familia