Evangelio del Domingo, 14 de mayo de 2017
El evangelio de este domingo se resume en tres frases lapidarias. La primera es ésta: “No se turbe vuestro corazón ni se acobarde”. Jesús sabe que, dentro de unas horas, sus discípulos le verán muerto en una cruz. Para ellos será un mazazo tan grande, que puede echar abajo toda su fe y esperanza. Como le quiere, les advierte: “no perdáis la calma”. Me voy pero volveré. Y, cuando vuelva, no vendré con las manos vacías sino con un inmenso regalo: el puesto que os he preparado junto a mi Padre. Tras esta frase lapidaria, una segunda: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Soy “el Camino”, porque quien quera llegar al Padre tiene que pasar por Mí. No en vano el Padre y Yo vivimos inseparablemente unidos y todo lo tenemos en común. Soy “la Verdad”, porque sólo por Mí se puede llegar al conocimiento del misterio de Dios, pues Yo soy el único que ha visto y ve al Padre. Yo soy “la Vida”, porque sólo por Mí se llega hasta la fuente de la Vida, que es el Padre. Como colofón, la tercera frase lapidaria: “Os lo aseguro: el que cree en Mí, también hará las obras que Yo hago, y aún mayores”. Si no la dijera él, la frase nos parecería una blasfemia. Pero él no miente, es la Verdad.
¿Cómo es posible que quien no puede hacer nada por sí mismo, a la vez pueda hacer obras tan grandes? La respuesta nos la ofrece a renglón seguido: “Porque todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”. Los apóstoles por sí mismos no pueden nada. Pero apoyados en la misión y el poder que Jesús les concede, harán cosas más grandes que él. Y así fue. Jesús limitó su ministerio casi exclusivamente a Palestina. Los apóstoles llegaron al mundo entero. ¡Qué consuelo, qué esperanza y qué confianza pensar que ahora nos dice a ti y a mí las mismas palabras! Porque tú y yo somos ahora sus discípulos. Un día vendrá a buscarnos y nos llevará para estar siempre con él. Mientras tanto, nuestra tarea es inmensa: sembrar el mundo entero con obras de verdad y amor y ayudar a todos a encontrarle y recorrerle como Camino que lleva al Padre.
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-12):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».