Evangelio del Domingo, 18 de diciembre de 2016
El evangelio de este domingo, cuarto y último de Adviento, se resume en una palabra. Incluso toda la liturgia del día. Esa palabra es “María”. María, en efecto, lo llena todo. Desde que en obediencia rendida de fe dijo sí al mensaje del ángel de ser la Madre de Dios, el Verbo Eterno de Dios quedó convertido en Mediador entre Dios y los hombres, en puente de unión entre el cielo y la tierra, en acueducto por el que viene y vuelve la salvación. Sin aquel “hágase” de María, la segunda Persona de la Trinidad no hubiera tenido el instrumento con el que realizar la salvación: su Santísima Humanidad.
Y nosotros todavía tendríamos pendiente el ser salvados. Gracias a ese “sí”, María se convirtió en la primera y principal colaboradora de la Redención. Pero José desconocía este misterio. Por eso, cuando se le hizo evidente que María –su mujer- iba a ser madre, quedó desconcertado. La conocía suficientemente bien para no pensar que le había sido infiel. Pero tenía suficiente sentido común para negar lo que era evidente. ¡Qué mal lo debió pasar José, mientras pensaba y repensaba lo que debía hacer! Al fin, tomó la resolución de dejar a María libre de los compromisos esponsalicios.
Su corazón enamorado sufrió lo inimaginable y sus ojos vertieron muchas lágrimas, no menos amargas por ser ocultas. Dios estaba detrás de todo y terminó haciéndole conocedor del misterio: “No tengas miedo, José, en llevarte a María como esposa”. Ciertamente va a ser madre. Pero lo será, no porque la haya fecundado un hombre sino porque el Espíritu Santo la ha cubierto con su sombra. “Del Espíritu Santo viene la criatura que hay en ella”. Al hijo que dé a luz, tú “le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados”. La Eucaristía lo hará posible. Ella es el portal de Belén de nuestro tiempo. Navidad será otra vez posible –para ti y para mí- si María nos lleva de la mano a la Eucaristía ¡Cuánto depende de un si rendido a Dios, aunque no entendamos sus planes!. Así fue en la primera y así será en la nueva Navidad.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.