Evangelio del Domingo, 31 de Julio de 2016

Según todos los indicios, la de este verano es una cosecha excepcional. Lo dicen hasta los mismos labradores. Yo me alegro, porque mis raíces están ahí. Pero si hablo de ella no es porque quiera ponderar los kilos que ha rendido la hectárea de trigo o de colza sino porque el evangelio de hoy habla de algo parecido.

Un labrador tuvo un cosechón. Mientras cavilaba dónde almacenaría tanto grano, se decía complacido: “Túmbate, come, bebe y date a la buena Vida”. Pero aquella misma noche Dios le pidió la Vida y revivió el cuento de la lechera. Con el agravante de que no tuvo una segunda oportunidad. Y pregunta el evangelio: “¿Lo que acumuló de quién será?” Y saca esta gran conclusión: “Así le sucederá al que arnasa riquezas para sí y no es rico para Dios".

Los hombres y mujeres de hoy obramos, con demasiada frecuencia, como el rico labrador. Quizás no tratemos de resolvernos la Vida sembrando tierras sino con una buena carrera, una gran colocación o una paga generosa de jubilado. Pensamos que con ello vamos a ser felices. Pero ocurre con frecuencia que, cuando íbamos a disfrutar de la oposición que tanto nos había costado sacar, detectan un cáncer a la esposa. Y cuando empezábamos a tener un cierto desahogo, el hijo mayor muere en un accidente. O cuando todo parecía sonreírnos, sufrimos un ictus.

¿Para qué han valido todos los afanes, si habíamos puesto en ellos la meta y el sentido de nuestra Vida? Que nadie interprete mal las cosas. No se trata de no hacer una carrera o unas oposiciones, o de no luchar por mejorar la calidad de Vida o aspirar a cobrar una buena pensión. De lo que se trata es de no poner ahí el objetivo único o principal de nuestra Vida. Porque, además de llevarnos una decepción, pues los bienes de este mundo dejan siempre un vacío en el corazón, cuando llegue el momento de la muerte —que llegará- estaremos con las manos vacías y lo que hayamos acumulado se quedará aquí. Lo que nos llevaremos serán nuestras buenas obras. Las cosas que hemos hecho por amor a Dios y a los demás. ¡Amar a Dios y por Dios a los demás: ésta es la meta de una Vida!

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:

«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»

Él le contestó:

«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»

Y dijo a la gente:

«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»

Y les propuso una parábola:

«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Parroquia Sagrada Familia