Evangelio del Domingo, 24 de Julio de 2016

Jesucristo fue un gran orante. Como buen israelita, rezaba el Schemà al levantarse y al atardecer, rezaba antes y después de cada comida, rezaba los sábados en la sinagoga, rezaba antes de hacer cosas importantes —la elección de los Apóstoles, la Pasión, la Muerte en la cruz-, cuando estaba descansado —madrugaba para ir a rezar al monte él solo- y cuando estaba muy cansado —alguna vez pasó toda la noche en oración después de un día de intenso trabajo-.

Su ejemplo arrastró a los apóstoles y un día le dijeron, “Enséñanos a orar".Y él, como buen maestro, les enseñó a rezar cómo rezaba él. A pesar de que los evangelios son parcos, siempre que hablan de la oración de Iesús dicen que trataba a Dios como a su Padre: “Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y se las has revelado a los sencillos , Padre: no se haga mi voluntad sino la tuya”; “Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen”; “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Así quería que rezaran sus discípulos. Por eso, les dijo: “Cuando recéis, decid: Padre nuestro”.

Esta es la clave: tratar a Dios como Padre. Si entendemos esto, seremos rezadores y sentiremos la necesidad de acudir a Dios para decirle lo que dice el Padre Nuestro: que queremos que él sea conocido y amado por todos y que el evangelio —su Reino- llegue a todos los rincones del mundo y a todas las actividades honestas de los hombres; que nos dé el pan de cada día: alimento, vestido, trabajo, salud, y las mil cosas que nacesitamos, incluida la Eucaristía; que nos perdone, porque somos débiles y le ofendemos; que no nos deje de la mano, porque somos muy poquita cosa aunque nos creamos que valemos mucho; y que nos libre de todo mal. “A peste, fame et bello” han suplicado mil generaciones de cristianos, pidiendo que Dios les librase “de la peste, del hambre y de la guerra”.

Que nos libre hoy de la peste de la droga, del aborto y del divorcio; del hambre de tanta gente en el mundo; de la guerra de Oriente Medio y África, y la del terrorismo. ¿Por qué no repetir nosotros la petición de los apóstoles: Señor, enséñanos a orar?” Dios es nuestro Padre y quiere ayudarnos.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-13):

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»
Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

Parroquia Sagrada Familia