Evangelio del Domingo, 10 de Julio de 2016
El ministerio público de Jesús está tan avanzado que dentro de unos meses sus enemigos le darán muerte. La parábola del buen Samaritano que recoge el evangelio de hoy será uno de los motivos principales para acelerarla. Se le ha acercado un doctor de la Ley a preguntarle: “¿Qué tengo que hacer para ir al Cielo?”. Él le devuelve la pregunta: ¿Qué enseña la Ley de Moisés”. El doctor responde correctamente: “Amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo”. Jesús aprueba la contestación, pero el doctor insiste: “Bien, pero ¿quién es mi prójimo?” Jesús da un rodeo y le cuenta una parábola. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por unos ladrones, que le robaron y le apalearon de tal suerte, que le dejaron medio muerto. Poco después pasaron por allí un sacerdote, un levita y un samaritano. Los dos primeros miraron para otro lado y siguieron su camino. El samaritano no. Al verlo, bajó de su caballería, le hizo una cura de urgencia, le llevó a una posada y dijo al posadero: cuida de él y, cuando vuelva, ya haremos cuentas”. El malherido era “un hombre”. Jesús no dice si era judío, samaritano o pagano. El que le auxilió no fueron quienes tenían la obligación de ser ejemplares ante los demás sino un samaritano.
Recordemos que los samaritanos y los judíos no se trataban y que los judíos despreciaban de tal modo a los samaritanos que no había peor injuria que llamarte “samaritano”. Por eso, la pregunta de Jesús al doctor de la Ley fue tremenda: “¿Quién de los tres te parece que se portó como un prójimo con el herido?” Porque el doctor tuvo que responder: “el samaritano”, pues tuvo compasión.
Jesús deja al doctor de la Ley y nos pregunta a ti y a mí: “¿Quién te necesita ahora?” No te preocupes si es español o inmigrante, si es musulmán o cristiano, si es católico o protestante, si es de los tuyos o de tus enemigos. Pregúntate únicamente: ¿me necesita? Si te necesita, tienes que ayudarle. Y no sólo con buenas palabras, sino con hechos. Aunque te cree problemas. Ser discípulo de Jesús lleva consigo esto. Lo demás es engañarnos.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,25-37):
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»