Evangelio del domingo, 30 de abril de 2023

En este 4º domingo de Pascua todos los años la Iglesia nos propone esta alegoría del Buen Pastor. No es parábola, porque no está contando una historia, sino alegoría o comparación con lo que pasa en el pastoreo. En este año del ciclo A consideramos la primera parte. Comienza Jesús haciendo distinguir al que es pastor del que no lo es por el hecho de entrar o no por la puerta. Había una costumbre en Israel, especialmente con rebaños pequeños, en que por la noche varios pastores metían sus rebaños en un mismo corral. Un guarda se quedaba custodiando. Al amanecer los pastores iban llegando y el portero les abría. Entonces cada uno daba su voz o silbido característico y salía con sus ovejas, que conocían su voz y le seguían.

Al que no entraba por la puerta, porque el guarda no le dejaba, Jesús le llama ladrón y salteador. En lo espiritual son palabras fuertes, refiriéndose Jesús a las autoridades judías que no se preocupaban por el pueblo, sino que lo único que buscaban era su propia satisfacción y provecho. De una manera más incisiva lo había dicho el profeta Ezequiel hablando de las autoridades de su tiempo. Esta imagen del pastor era frecuente en la Escritura para hablar de reyes, profetas y jefes de Israel. Hasta a Dios se le llamaba a veces pastor, como en el famoso salmo de la misa de hoy. La palabra pastor no indicaba, pues, ser pobre o algo romántico, sino que quería expresar una persona de coraje, de audacia y prudencia.

Todos somos más o menos pastores, unos de otros. En la vida debemos conducir a otros y dejarnos conducir por otros. Hay personas que se definen como líderes, como puede ser cierta clase de artistas que arrastran a otros, especialmente jóvenes, que ponen en ellos toda la ilusión; pero luego se dan cuenta, quizá demasiado tarde, que todas las cualidades humanas son pasajeras. Lo importante es entusiasmarse por alguien que valga la pena, no por un ídolo transitorio que vaya a dejarnos con un angustioso vacío. Nosotros cristianos sabemos que el único que no pasa y que puede ser verdadero guía y líder es Jesucristo. Claro que para seguirle no hay que regatear esfuerzos y hay que conocer su voz. La voz de Jesús está en la Escritura, sobre todo cuando es interpretada por el magisterio de la Iglesia. A san Pedro le nombró como pastor visible o representante suyo. También en la Iglesia hay otros que tienen este deber de pastoreo y de guiar en el camino hacia Dios, unidos con Jesucristo.

Jesús hoy nos dice también otra frase muy significativa: “Yo soy la puerta”. Hay personas que dicen que se puede creer en cualquier dios. Pero ser cristiano es creer sólo en el Dios manifestado por Jesucristo. Esto es lo que significa ser puerta o entrar por la puerta que es Cristo. Es seguirle en su enseñanza, en el ejemplo de su persona. Esto es lo que nos distingue. Entrando por Jesús encontraremos la verdadera salvación. El nos da la verdadera vida y vida en abundancia. Claro que esta puerta “es estrecha”, por lo cual hay que afinarse y a veces hacernos violencia. La realidad es que muchas personas sólo buscan lo que apetece, lo que no supone esfuerzo, y por lo tanto nunca pasan de la mediocridad. Seguir a Jesús significa decisión; pero también una alegría muy grande y una satisfacción de conseguir una vida que vale la pena. El hecho de ser Jesús la puerta es lo mismo que ser el “camino”. Hoy día hay mucha confusión, porque muchos creen que todos los caminos son iguales hacia Dios. Ser puerta Jesús es signo de libertad y confianza para cuantos acuden a El.

Cristo es puerta porque nos facilita el acceso al Padre. El quiere que en la comunidad haya personas que colaboren con El en la guía y en la defensa del pueblo cristiano. Este día, desde hace ya bastantes años, es un día especial de oraciones por las vocaciones: para que haya más guías del pueblo de Dios; pero sobre todo para que imiten lo mejor posible el amor de Jesús y no sean como los malos pastores, que sólo buscan su propio provecho.

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

Parroquia Sagrada Familia