Evangelio del domingo, 13 de noviembre de 2022

Estamos prácticamente a fin del año litúrgico. El domingo próximo será la fiesta de Cristo Rey para así terminar de contemplar en un año la vida y mensajes de Jesús. Hoy, como todos los años, nos trae la Iglesia mensajes sobre el fin. En este año, ciclo C, según el evangelio de San Lucas.  Jesús estaba conversando en el templo los días antes de su muerte. Estando allí le comentaron la belleza de ese templo. Jesús profetizó que de todo ese templo no quedaría nada.

Mucho les tuvo que impresionar a los judíos esas palabras, ya que para ellos el templo era la manifestación de su fe y la materialización de la alianza de Dios con su pueblo. De hecho era una de las maravillas del mundo; pero sobre todo representaba el hecho de que Dios les había elegido sobre todos los pueblos y les daba seguridad para ir hacia Él. Por eso estas palabras dichas “contra” el templo fueron el motivo de la acusación más grave que las autoridades judías le hicieron a Jesús. Pero Jesús, más que de la caída material, o juntamente con ella, se refería al sistema como tal. Jesús nos enseñaba que la relación con Dios es algo más personal, es una aventura vital que, llevada con responsabilidad, nos toca a toda la persona. Hay cristianos que se quedan perplejos cuando se derrumban “templos de un cristianismo sociológico”, como dicen algunos. Es decir, que hay cristianos que ponen la esencia de la religión en formas y estructuras externas, cuando lo importante es relacionarnos personalmente con Dios y responder al compromiso vital de nuestra fe.

Ante el anuncio de la destrucción del templo, algunos le preguntaron a Jesús sobre cuándo sucederá eso. Jesús, como en ocasiones parecidas, no responde a esa curiosidad, sino que toma pie para darnos algún gran mensaje. Hoy lo une con el fin del mundo. El fin del templo es como una señal del último fin. Y para hablar de ello, usa un lenguaje, que entonces se usaba para hechos grandiosos, que es el apocalíptico. Es una manera de hablar, mediante imágenes o símbolos, para comunicarnos en definitiva la victoria de Dios sobre el mal. Como en otros escritos apocalípticos, se describen dramas individuales o sociales en perspectivas definitivas. Aunque se habla de conflictos últimos, en realidad se describen aspectos permanentes de todo tiempo.

El discípulo de Cristo siempre tiene que estar alerta y saber que vendrán muchas dificultades. Pero las palabras de Jesús son de ánimo y de esperanza. Dios nunca abandona el mundo a las fuerzas del mal. La actitud del cristiano debe ser el estar siempre alerta para no dejarnos engañar por falsas propagandas y confusas ideologías. La experiencia de la historia nos dice que de la persecución contra la Iglesia se engendra más vida. Y nos dice que cuando se despoja a la Iglesia de privilegios y ventajas, que se pueden llamar “legítimas”, se suele sentir más de cerca la presencia de Jesús, que vivió pobre e indefenso. La historia nos dice que cuando la Iglesia aparece desprotegida y aun dificultada o perseguida, ha tenido mayor fortaleza, libertad real, creatividad y aun credibilidad en su acción evangelizadora. Hoy también se habla de obstáculos y sufrimientos que acompañan el testimonio del cristiano, pero también de la recompensa final que espera a quienes perseveran en la fe hasta el final. “No se perderá ni un solo cabello de vuestra cabeza”. Jesús no quiere atemorizarnos con anuncios catastróficos, sino que quiere mover nuestras conciencias para que cambiemos. Nos invita a la reflexión y a la cordura. Todavía no es el fin. Pero es que además el fin de la historia es el comienzo de algo distinto mucho mejor.

Contra la Iglesia siempre ha habido y sigue habiendo momentos de grandes persecuciones, que parecen como el final; pero siempre sigue presente, si es firme su fidelidad a Cristo. La vida callada, pero llena de amor, es como un martirio o testimonio a los ojos de Dios. Terminamos pidiendo, como en la primera oración de la misa: “Concédenos vivir siempre alegres en tu servicio”.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-19):

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:

«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».

Ellos le preguntaron:

«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo:

«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía:

«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor

Parroquia Sagrada Familia