Evangelio del domingo, 22 de mayo de 2022
Estas palabras son de la despedida de Jesús a los apóstoles en la Ultima Cena; pero son palabras que Jesús podría haber repetido en su despedida antes de subir al cielo, cuya fiesta de la Ascensión celebraremos el próximo domingo. La despedida de Jesús es diferente de la de otra persona, aunque sea familiar o de mucha amistad, que se va, sobre todo en la muerte, aunque nos deje algún recuerdo. Jesucristo se va, pero se queda. Y se queda de muchas maneras: en la Eucaristía, en su palabra, en la Iglesia. Hoy nos dice que se queda dentro de nosotros por medio del amor.
Esto puede parecer muy simple, porque otras personas en cierto sentido se quedan por el amor en el recuerdo. Jesús promete que hará “morada” en aquel que le ama. En Dios el amor no es algo abstracto o etéreo, sino que realiza una unión real. Se trata de una unión real del Padre con el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo se necesita que cada uno de nosotros correspondamos a su amor “guardando su palabra”. Este guardar está unido con el cumplir, como la Virgen María que guardaba las palabras de Jesús en su corazón, no para que se quedasen ocultas, sino para hacerlas vida. Y la vida de las palabras de Jesús es el amor. Cuanto más amemos, más profundamente habitará Dios en nosotros. Por eso podemos hablar íntimamente con quien habita en nosotros.
Otras religiones tenían a Dios como algo muy externo. Hasta los israelitas del Ant. Testamento sentían que estaba Dios cuando se presentaba entre rayos y truenos. Pero Jesús nos enseñó que Dios está, no sólo cerca, sino en lo íntimo del alma. Dios es nuestro Padre que nos ama hasta el punto de vivir con nosotros, en unión del Hijo y el Espíritu Santo, que nos va enseñando lo que debemos hacer, si somos dóciles. Esta unión por medio del amor es muy diferente del ideal de un buen israelita, como los fariseos, cuyo ideal no era la unión con Dios, sino el cumplimiento de la Ley.
Para poder tener la unión íntima con Dios necesitamos mucha paz interior. Al despedirse les da Jesús su paz. También lo hará cuando resucite. Dice que es una paz distinta de la que da el mundo. En el mundo suelen decir que hay paz cuando no hay guerra; pero muchas veces esa paz está envuelta en odios y rencores, de modo que no permanece en lo íntimo del alma. Además siempre es transitoria. La paz que da Cristo es un fruto del Espíritu Santo, que se obtiene con el amor y permanece en el amor.
Hoy en la 2ª lectura, que es del Apocalipsis, se expone la visión de aquella ciudad santa bajada del cielo. Simbólicamente es la Iglesia, cuya cabeza es Cristo. Si seguimos sus enseñanzas, estaremos en la Verdad, guiados por el Espíritu. En la Iglesia hay mucha santidad y caridad, pero también hay manchas y pecados. En la 1ª lectura de hoy nos habla de que también en la primitiva cristiandad había disensiones. Por eso se tuvieron que reunir algunos apóstoles y ancianos en Jerusalén para dejarse guiar por el Espíritu en un ambiente de oración. Luego dieron un decreto para toda la Iglesia: “Ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros...” Así ha sido en toda la historia de la Iglesia por medio de los concilios y la enseñanza del Papa.
No basta sólo la Biblia. Es necesario el magisterio vivo de la Iglesia, que va guiado por el Espíritu Santo. Jesús sabía que los humanos somos imperfectos y frágiles, pues a veces cambiamos las ideas y los sentidos de las ideas. Por eso prometió que enviaría al Espíritu Santo para que velase por el mantenimiento de la fe, enseñando lo que Jesús dijo. Alguno dirá que está clarito lo que Jesús dijo; pero El lo dijo en otra lengua que no se habla y hasta en las traducciones se pueden cambiar muchas cosas. Por eso es necesaria una unidad, dentro de la paz y el amor. Esta unidad no es fácil verla muchas veces y por eso pedimos para que el Espíritu Santo nos ayude a tenerla.
La verdadera “ciudad santa” sólo se dará en el cielo. La Iglesia es como un signo; pero también la “ciudad santa” es nuestro corazón donde habita la Stma. Trinidad. Hagamos viva esa presencia con las muestras continuas de nuestro amor.
Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»
Palabra del Señor