Evangelio del domingo, 27 de febrero de 2022

Escuchar lecturas y homilía

Oración

Puedes ver la misa del domingo aquí:

 

Desde hace dos domingos vamos viendo lo principal que nos dice el evangelio de san Lucas, correspondiente al sermón de la montaña según san Mateo. San Lucas es el único evangelista que no es israelita, sino venido de tierras de Grecia atraído por san Pablo. Vimos estos últimos domingos que no busca entre los fieles tanto “perfecciones”, como hace san Mateo, sino realidades de vida de los que sigan al maestro, como vimos por la diferencia de tipo de Bienaventuranzas. 

San Lucas, siguiendo a Jesús en diferentes predicaciones, contrapone la vida cristiana no tanto a la mentalidad de los fariseos, como hace san Mateo, sino a la mentalidad mundana. Los pobres, que son felices, son pobres reales porque están más dispuestos a escuchar la palabra de Dios. ¡Algo absurdo para el mundo! 

Y el domingo pasado daba Jesús la norma de actuación de un buen cristiano: es el amor; pero no de cualquier manera, sino hasta amar a los enemigos: Otro absurdo para los que vivían (y siguen viviendo) una vida mundana, según las exigencias normales del mundo. Para san Lucas el amor es el tema básico de su evangelio, porque es el tema principal de Jesús. De modo que el evangelio de san Lucas es el evangelio de la misericordia. San Lucas no nos da normas concretas de hasta dónde debemos amar o con cuánta intensidad. Expone un espíritu. Cada uno debe recoger lo que pueda, para llenarse más del Espíritu de Jesús: que es de amor, de entrega a los demás.

Y, como esto del amor a todos y hasta los enemigos, es muy difícil de entender, y más de vivir para quien tiene mentalidad mundana, pone Jesús una especie de parábola: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?” La mentalidad de Jesús es tan diferente de la mundana que sólo se puede comprender la vida de Jesús y de sus seguidores, viviendo esa vida. La realidad nos dice que hay mucha gente que no vive para nada la vida de Jesús y se cree que puede dar lecciones de dicha espiritualidad. En realidad, son ciegos que guían a otros ciegos. Eso mismo les pasaba a los fariseos, a los cuales les había llamado Jesús “ciegos”. 

Así que vemos que existen ciegos del cuerpo y ciegos del espíritu. Sería muy raro ver a un ciego corporal que vaya guiando a otro ciego. Sin embargo, multitudes de ciegos espirituales se creen con derecho de guiar a otros que creen estar ciegos. Por eso tenía tanto interés Jesús de abrirles a los fariseos la luz del corazón. Algo propio de lo mundano es querer aparentar más de lo que uno es. Quizá por eso dice Jesús eso de que un discípulo no puede ser como el maestro. En realidad, sí hay discípulos que han aventajado a su maestro; pero cuando se trata de comprender plenamente la verdadera doctrina cristiana, nadie puede superar al verdadero Maestro, que es Cristo. 

De todo esto saca Jesús que es muy difícil o imposible juzgar bien a una persona. Creemos que lo malo del otro es mucho peor que lo nuestro. Y hasta creemos que una mota en el ojo ajeno es más grande que una viga en el nuestro. Corrijámonos a nosotros mismos para poder corregir a los demás. Entonces ¿No hay manera de poder juzgar a los demás? Sí, por sus frutos. Cuando uno quiere saber si un árbol es bueno o malo, miramos a sus frutos. Si tenemos un árbol frutal que da buenos frutos, decimos enseguida que es un árbol bueno. Todo lo contrario, si da frutos dañados. 

Y termina Jesús diciéndonos hoy que muchas veces no es fácil conocer esos frutos en el ser humano, porque la verdadera religión acampa en el alma o el corazón. De ahí es de donde brotan esos buenos frutos. Es posible que una persona engañe una o pocas veces; pero los frutos nos dirán cómo es. Por lo menos Dios lo ve con toda claridad. Y no temamos, porque, si nuestro corazón rebosa de gracia, de amor de Dios, nuestras obras, nuestras palabras estarán también llenas de gracia y de amor a Dios y a nuestros hermanos, porque, como nos enseña hoy Jesús, normalmente uno va expresando con la boca lo que tiene en el corazón.

 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:

«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Palabra del Señor.

Parroquia Sagrada Familia