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Presencia pública de los cristianos

21/09/2025

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

Queridos hermanos y hermanas

A las puertas de un nuevo curso, iniciamos un tiempo de gracia donde ponemos especial atención a la presencia pública de los cristianos: testigos fieles de Jesucristo que tienen una misión central en la tarea evangelizadora y que continuamente tenemos que sostener y alentar.

«El apostolado de los laicos que surge de su misma vocación cristiana, nunca puede faltar en la Iglesia», declara el número 1 del decreto conciliar Apostolicam actuositatem del Concilio Vaticano II. Una misión que debe llevarse a todos los lugares, sin distinción de ningún tipo, pues es «propio del estado de los laicos el vivir su fe en medio del mundo y de los negocios temporales, en medio de los cuales debe ser fermento en ellos» (ibídem).

Los laicos, sostenidos por la gracia que Cristo les confiere en los sacramentos, son los protagonistas indispensables en la tarea de la evangelización. Tanto es así que «si el corazón de la identidad del sacerdote está en consagrar el pan eucarístico, el centro de la misión de los laicos consiste en consagrar el mundo según el plan de Dios», recuerda Fabio Fabene, en el prefacio de su conocida obra sobre los ministerios en la Iglesia.

Esta vida seglar de unión íntima con el Señor cumple su apostolado formando parte del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, siendo «administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 Pe, 4, 10), para la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef., 4,16). Unidos a Jesús en el corazón del Padre, los laicos participan activamente del ministerio «sacerdotal, profético y real de Cristo», cumpliendo su cometido «en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo» (Apostolicam actuositatem, 2).

El curso que ahora comenzamos ha de ser una oportunidad para cultivar los dones recibidos por el Espíritu Santo, permaneciendo en el amor de Dios y reconociendo a cada instante de nuestra vida que sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 4-5). Ya sea en el trabajo, en la familia, en las relaciones sociales, en la atención a los necesitados, en la comunidad…, todo el Pueblo de Dios hemos de colaborar en la edificación del Reino de Dios, cada uno según el don, carisma y ministerio que ha recibido como vocación y misión en su bautismo.

En nuestra archidiócesis, siguiendo la senda de las líneas fundamentales de la tarea pastoral de los cursos pasados, queremos ofrecer un itinerario para fomentar esta presencia pública de los cristianos, sin olvidar que continuamos promoviendo el primer anuncio y el acompañamiento necesarios para vivir con hondura y responsabilidad la propia vocación. Con el deseo de hacer presente el Reino de Dios en medio del mundo y de promover los diversos ministerios laicales, ponemos el acento en el cuidado de los enfermos y mayores, en la promoción de la pastoral juvenil, en la mejora de la comunicación y en el impulso de la dimensión sinodal de nuestra Iglesia. Y lo haremos con la mirada puesta en la santificación, mediante las palabras y las obras, irradiando al mundo la gracia salvífica de Cristo Jesús. «Si la caridad de Cristo nos urge» (2 Cor 5, 14), ¿cómo no vamos a ser fieles al mandamiento supremo del amor? Amando a Dios de todo corazón y al prójimo como a nosotros mismos (cf. Mt 22, 27-40), constituiremos la caridad como distintivo de nuestra vida.

Quisiera recordar hoy a los enfermos de Alzheimer, sus familiares, cuidadores y a todos los profesionales y asociaciones que trabajan por atenderles y mejorar sus condiciones de vida ante esta situación de fragilidad. Gracias por vuestro testimonio de fortaleza, esperanza, cuidado y entrega. Dios os bendiga siempre y sostenga en el admirable empeño cotidiano con que hacéis frente a esta enfermedad.

El Papa León XIV, durante el pasado mes de mayo, mantuvo un encuentro con los trabajadores de la Santa Sede. En su intervención destacó la importancia de una Iglesia que construye puentes y acoge con los brazos abiertos: «Cada uno puede ser constructor de unidad con su actitud hacia los compañeros, superando las inevitables incomprensiones con paciencia y humildad, poniéndose en el lugar del otro, evitando prejuicios». Y son los laicos quienes trabajan en la gran misión de unidad, esperanza y amor, en las situaciones cotidianas de la vida. Por eso, pido a la Virgen María que os proteja y os guarde en el acontecer diario de vuestro camino.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.