La Creación: una inmensa belleza que tenemos que cuidar

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas
Esta semana, con el Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, hemos comenzado el Tiempo de la Creación que concluirá el 4 de octubre con la festividad de san Francisco de Asís.
Esta invitación a la responsabilidad de ser cuidadores de nuestra Casa Común (el oikos de Dios), nos convoca cada año para responder, a una sola voz, a la necesidad de acoger con gratitud el don inmenso de la Creación que refleja la belleza y bondad del Creador y que nos invita a promover su cuidado, evitando todo aquello que la daña o la degrada. Esta degradación es signo de ingratitud y tiene también consecuencias graves sobre el equilibrio de los ecosistemas y el daño producido a poblaciones de diversas partes del mundo y sobre la vida y la salud de todos.
El tema escogido para este año es La paz en la Creación, inspirándose en el libro de Isaías (cf. 32, 14-18) para que participemos, de manera activa en ese cuidado, dejándonos afectar y sensibilizándonos desde ese horizonte desde el cual nos llama el Señor de la Vida. Este cuidado se realiza en una educación que promueve actitudes cotidianas y pequeños gestos concretos para no esquilmar o gastar inútilmente los recursos que la naturaleza nos proporciona; para no envenenar los acuíferos que sacian nuestra sed; para no contaminar el aire que posibilita la vida; para no ensuciar y degradar el entorno que nos rodea, comenzando por nuestra propia casa, el barrio, el pueblo o la ciudad, el campo, los ríos o el mar; para evitar un estilo de vida consumista y depredador de recursos; para no repetir hasta la saciedad los hábitos de usar y tirar de modo irresponsable; para prevenir activamente que nuestros bosques no sean devorados por los incendios o los mares no se llenen de plásticos y basura.
Y ante las guerras y la violencia, es más necesario que nunca orar por la paz, la justicia y la reconciliación para que crezca la fraternidad entre los diversos pueblos divididos por intereses particulares y pueda brotar la concordia y ayuda mutua entre los que el odio y la enemistad había enfrentado.
Así mismo, este tiempo es una oportunidad elocuente para renovar nuestra relación con Dios a través de la oración, la conversión y el ejercicio de la caridad.
Orar supone escuchar con agradecimiento la Palabra de Dios y conocer su voluntad para llevar a la práctica lo que Él espera de nosotros. Estrechando personal y comunitariamente vínculos y relaciones, podremos renovar la alegría de encontrarnos para hacer fructificar los dones de la comunión, la fraternidad y la paz en el mundo.
Acercarse a Dios supone convertirse a cada instante. La conversión es una llamada a volvernos a nuestro Padre que nos llama a hacer presente en medio de nosotros el Reino de Dios que tiene como distintivos la verdad, el amor y la justicia.
«Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia» (Dt 30, 19), proclama el libro del Deuteronomio, alentándonos a vivir de otro modo, siempre pensando en servir a los demás y no a nosotros mismos.
«Las generaciones futuras no nos perdonarán si perdemos la oportunidad de proteger nuestra Casa Común. Hemos heredado un jardín; no debemos dejar un desierto a nuestros hijos», manifiesta la declaración conjunta para la protección de la Creación del Papa Francisco, el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo de Canterbury, publicada en septiembre de 2001 en la que se aborda la necesidad de cuidar la Casa Común y el impacto negativo que la degradación de la naturaleza ejerce sobre multitud de poblaciones, especialmente las más vulnerables.
Pedimos a la Virgen María que sepamos seguir su ejemplo como colaboradores en la obra Redentora de Dios. «María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del Cosmos», decía san Juan Pablo II. Que sepamos ver en sus ojos de Madre la armonía entre naturaleza y gracia que el corazón necesita para reconocer y promover la inmensa hermosura de todo lo creado.
Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.