Religión, violencia y paz

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

La religión está siempre expuesta a ser manipulada o instrumentalizada por intereses políticos e ideológicos, lo que conduce con frecuencia a en­frentar unas religiones con otras o a los creyentes con diferentes posturas ideológicas. Durante los últimos años el mundo ha sufrido, y nos han conmociona­do de modo especial, graves atentados terroristas realizados en nombre de creencias religio­sas. Estos acontecimientos han sido utilizados por algunas corrientes de pensamiento para menoscabar la religión y desau­torizar o deslegitimar a los cre­yentes de todo tipo; porque la fe sería, según ellos, fuente de violencia, de confrontación, de odio, de fundamentalismos. Por eso algunos intelectuales reivin­dican el ateísmo como única ga­rantía para la paz y la conviven­cia.

Estas ideas son a veces tema de debate en los medios de co­municación y también en con­versaciones particulares. Cons­tituyen por eso una cuestión pastoral, pues en ese ambiente se desarrolla nuestra vida y nuestro testimonio como cris­tianos. Por ello deseo este do­mingo comentar algunos crite­rios que nos permitan dar razón de nuestra fe y recordar, con cla­ra conciencia de ello, que el Evangelio es fuente de paz y de reconciliación.

«El mundo está en guerra», declaró el Papa Francisco en su viaje a Cracovia. «Pero no se tra­ta de una guerra de religiones, aclaró, a pesar de los aconteci­mientos que tienen lugar y la publicidad dada en los medios de comunicación. Es una gue­rra de intereses, por dinero, por los recursos de la naturaleza, por el dominio de los pueblos». «No es una guerra de religiones, insistió, porque todas las reli­giones quieren la paz». Para evi­tar el peligro de que esta verdad se distorsione, se debe fomen­tar el diálogo entre las religio­nes y además configurar un es­pacio público de sana laicidad que haga posible la conviven­cia entre grupos y personas que piensan de modo distinto.

El diálogo entre las religio­nes viene siendo una de las grandes preocupaciones y ob­jetivos de los últimos Papas. Merece ser recordado el carác­ter simbólico y profético de San Juan Pablo II cuando en 1986 convocó a líderes religiosos del mundo a un encuentro de ora­ción en Asís. El Papa Francisco, busca permanentemente en sus viajes el encuentro con re­presentantes de las diversas re­ligiones. Pide con fuerza desen­mascarar la violencia que se re­viste de sacralidad; la religión nunca puede justificar la violencia, porque la violencia es la negación de toda religiosidad auténtica. Las religiones deben llevar la ternura misericordiosa de Dios a una humanidad ne­cesitada y herida, han de ser puertas de esperanza para de­rribar los muros levantados por el miedo o el orgullo.

Un ejemplo magnífico de esta actitud nos resulta espe­cialmente cercano. Un misio­nero comboniano burgalés, Je­sús Ruiz Molina, formado en nuestro seminario, ha sido nombrado obispo auxiliar de la diócesis de Bangassou, en la República Centroafricana. Será consagrado el próximo doce de noviembre, pero no en la cate­dral de la diócesis sino en la ca­tedral de Bangui, la capital de país, que se encuentra a más de 700 km de distancia. La razón es que la catedral de la diócesis acoge a más de dos mil perso­nas, la mayoría musulmanes, porque están amenazados por otros musulmanes que han asaltado la catedral y la misión de modo violento. En tales cir­cunstancias la Iglesia, por me­dio de los misioneros, intenta contener la violencia, apoyar a los más débiles y establecer me­dios de convivencia y encuen­tro. Así lo hizo el mismo Papa Francisco cuando visitó el país, iniciando allí el Año de la Mise­ricordia, haciéndose presente en la mezquita principal de la capital.
Junto al diálogo entre las re­ligiones, los cristianos promue­ven la paz defendiendo tam­bién una laicidad sana enla que puedan convivir las distintas ideologías. El mundo actual re­chaza todo tipo de tutela o pro­tección por parte de las autori­dades religiosas. Ninguna con­cepción religiosa, filosófica o política puede imponer por la fuerza una idea particular de lo que es bueno o justo. Pero tam­poco ningún poder civil debe marginar a las religiones al es­pacio privado, (a la sacristía, co­mo solemos decir familiarmen­te). La libertad religiosa exige que todas las religiones puedan contribuir en el espacio públi­co a la defensa de la dignidad y de los derechos fundamentales de las personas. Porque, se re­conozca o no, poseen una sabi­duría capaz de enriquecer los debates públicos y de iluminar las decisiones adoptadas por medios democráticos.

Estas actitudes, que os he ido reseñando, deben acompañar y estimular nuestra actividad pas­toral y evangelizadora. Las cir­cunstancias actuales, tan com­plejas, no son motivo para el desánimo, sino para vivir con responsabilidad nuestra fe y proponer el Evangelio como es­cuela de convivencia y de paz.

Parroquia Sagrada Familia