El compromiso evangélico con el mundo del trabajo

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas:
Desde pequeño he aprendido que el trabajo humano ocupa un lugar esencial no solo en la vida personal, familiar y social, sino también en el plan de Dios para la humanidad. La Iglesia, ha reflexionado constantemente sobre el significado del trabajo y las dimensiones más profundas de la dignidad laboral. Y por este motivo instituí hace unos años esta conmemoración de la Pascua del Trabajo.
San Juan Pablo II dedicó una de sus encíclicas más significativas, Laborem Exercens (1981), a meditar sobre el trabajo humano. Para él, el trabajo no es simplemente una actividad económica o un medio de subsistencia, sino una vocación que permite al hombre colaborar con Dios en la obra de la creación, afirmando que “el hombre se realiza a sí mismo a través del trabajo”.
Así mismo, insiste en que el trabajo no puede reducirse a su valor de mercado ni a su eficiencia productiva. El trabajo tiene primacía sobre el capital porque está íntimamente ligado a la persona. La dignidad del trabajador no depende del tipo de actividad que realiza, sino del hecho de ser persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Por eso, cualquier forma de explotación, de trato injusto o de precarización laboral atenta contra esta dignidad.
San Juan Pablo II destaca que el trabajo tiene una dimensión social y comunitaria. No es un acto aislado: construye la sociedad y contribuye al bien común. El trabajador tiene derechos que deben ser protegidos, como el derecho a un salario justo, a condiciones laborales seguras, al descanso y a la sindicación. La justicia en el trabajo es, para él, un imperativo ético y evangélico.
Para Benedicto XVI, el trabajo no puede ser entendido solo en términos contractuales o utilitaristas. El trabajador no es una “mercancía” más en el mercado. La dignidad del trabajo está en que expresa la vocación del hombre al amor, al servicio y a la comunión. El trabajo bien realizado no solo transforma el mundo exterior, sino que transforma al trabajador mismo, elevándolo moral y espiritualmente. Toda actividad laboral debe estar impregnada de principios morales, especialmente el respeto por la dignidad humana y la solidaridad. En este sentido, subraya la necesidad de promover una “economía de comunión” donde las empresas no busquen solo el beneficio, sino el desarrollo de toda la persona humana.
El Papa Francisco ha mostrado una preocupación constante por el trabajo como medio de inclusión social y de dignificación humana. En un mundo herido por la “cultura del descarte”, el Papa denuncia las situaciones en las que los trabajadores son tratados como piezas de un engranaje económico y no como personas. El trabajo es esencial para la integración social: da sentido, identidad y pertenencia. De ahí su firme defensa del derecho al trabajo digno para todos, especialmente para los jóvenes, los pobres y los migrantes, quienes muchas veces son los más vulnerables a la explotación. Trabajar por un trabajo digno para todos es, según Francisco, una expresión concreta de la caridad cristiana y un acto de justicia.
Trabajar no es simplemente producir, sino colaborar con Dios, crecer como personas, construir la sociedad y servir al prójimo. El respeto a la dignidad del trabajo es, por tanto, un pilar fundamental de la justicia social y del testimonio cristiano.
En este magisterio pontificio podemos percibir una llamada urgente para evangelizar el mundo del trabajo, para acompañar a los trabajadores en sus alegrías, desafíos y justas reivindicaciones, y para denunciar las estructuras de pecado que degradan la dignidad humana. Trabajar por un mundo donde cada persona pueda realizarse a través de un trabajo digno es una tarea que la Iglesia no puede eludir, sino abrazar con esperanza y compromiso evangélico.
Pongamos todos nuestros propósitos en las manos de María, para que Ella nos ayude a hacer este mundo más justo y fraterno unidos a Aquél que durante su vida terrena conoció la fatiga del trabajo en la alabanza al Padre y la contribución a la perfección de la humanidad y de todo lo creado.
Con afecto, pido a Dios que os bendiga.