Acompañar a la familia en la enfermedad

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Celebramos este domingo la Pascua del Enfermo. Para la Iglesia recordar y servir a los enfermos se convierte en una actualización constante de lo que Jesús hacia con ellos. Las páginas del Evangelio están llenas de escenas en las que Jesús se acerca a personas enfermas con la idea de procurarles la salud y anunciarles el mensaje de la salvación. Son escenas llenas de ternura, de apertura al necesitado y de cercanía con el que sufre. Jesús, una vez más, nos muestra el camino para que nosotros lo recorramos. Y aunque esto ha de ser siempre así, viene bien tener una Jornada como la de hoy que nos ayude a renovar nuestro compromiso personal y diocesano. El Señor crucificado, muerto y resucitado quiere comunicar su vida plena y abundante a todos, especialmente a aquellos que, por cualquier motivo, sufren, como dice San Pablo, «lo que falta a los padecimientos de Cristo» (Col 1,24).

Esta Jornada nos invita a la reflexión y a la acción bajo el lema: «Acompañar a las familia en la enfermedad». Se trata de profundizar y tomar mayor conciencia sobre el importante papel humano y social que desempeñan las y los cuidadores de los enfermos. ¿Quién cuida a los cuidadores?, nos preguntamos a veces. Pues tomemos conciencia de que necesitan que les ofrezcamos cercanía, apoyo, acompañamiento y atención especial: unas veces, porque la enfermedad sorprende, o se agrava, o se prolonga, o es insuperable; y, otras, porque, la enfermedad de las personas que amamos se padece con mayor sufrimiento y preocupación. En todo caso, la enfermedad, sucede como una experiencia común en la vida de las familias, donde se demuestran de un modo insustituible, el amor, la solidaridad y el cuidado entre todos sus miembros.

La vocación maternal de la Iglesia hacia los enfermos se ha concretado, en su historia bimilenaria, en una rica serie de iniciativas en su favor. Como afirma el Papa Francisco, en el Mensaje del Día del Enfermo: «la memoria de la larga historia de servicio a los enfermos es motivo de alegría para la comunidad cristiana y especialmente para aquellos que realizan ese servicio en la actualidad. Por ello hace falta mirar al pasado, sobre todo para dejarse enriquecer por el mismo. De él debemos aprender: la generosidad hasta el sacrificio total de muchos fundadores de Institutos al servicio de los enfermos; la creatividad, impulsada por la caridad, de muchas iniciativas emprendidas a lo largo de los siglos; el compromiso en la investigación científica, para proporcionar a los enfermos una atención innovadora y fiable» (5). Este legado del pasado y la imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos los he-ridos por la vida, son realidades que nos deben estimular.

En este sentido, la tarea de la Iglesia hoy, en concreto en nuestra Iglesia en Burgos, es pensar y sentir la realidad de los enfermos y de sus familias como parte de la gran familia diocesana, interesarnos por ellos, saber mirarles con la misma mirada llena de ternura y compasión con que lo hizo el Señor. Por eso hemos de seguir impulsando la pastoral de la salud para que siga siendo una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado empeño, tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención especializada. Damos gracias a Dios por el testimonio evangélico de ternura y perseverancia con el que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados graves. También hemos de agradecer su extraordinaria tarea a médicos y enfermeras, sacerdotes, consagrados y voluntarios, familiares, equipos parroquiales de visitadores, a todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos y a la Delegación de la Salud, que impulsa este servicio para que se pueda participar, de forma diversa y complementaria, en esta misión eclesial.

En la reciente Exhortación Apostólica publicada por el Papa, de la cual os hablaba el domingo pasado, al invitarnos a todos a vivir nuestra santidad en la vida cotidiana se nos decía algo tan sencillo como: «Saber llorar con los demás, eso es santidad», porque así se experimenta que «la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás» (EG 76). También dice el Señor: «Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36). Si podéis visitar a algún enfermo, escuchar a una familia, interesaros por su situación, hacedlo de corazón. Os hará bien.

Al comenzar este mes de mayo dirijamos nuestra oración a María, Madre de la ternura, para confiarle a todos los enfermos y a sus familias. Que Ella los sostenga en la esperanza y que nos enseñe a los bautizados a vivir con amor la vocación al servicio de la vida y de la salud.

Parroquia Sagrada Familia