Más allá de las tinieblas

El cielo se puso gris en un pequeño pueblo aislado entre las montañas. Las penumbras ocuparon la región, y la gente casi no se dis­tinguía por las calles. Apenas eran sombras que deambulaban.

Las personas cuentan con una enorme capaci­dad para sobrevivir en situaciones difíciles. La vida siempre encuentra la forma de mantenerse y perdurar.
Los ojos de los poblado­res se acostumbraron a esa tiniebla, que no llegaba a ser oscuridad total. Algunos creían que se debía a un volcán que había esparcido sus cenizas en el cielo durante una erupción, pero nadie conocía la verdadera razón del fe­nómeno.
Aprendieron, también, a comer determina­dos vegetales que crecían en esas condicio­nes hostiles.
No tenían el mismo sabor de lo que comían antes, pero les permitía vivir.
Con el correr de los años, se olvidaron del sa­bor de las comidas de la época de luz.
Incluso, creían que los viejos deliraban, cuan­do hablaban de otros gustos y aromas.
Tampoco querían abandonar sus tierras.
Cierta vez, uno de los jóvenes, siguiendo a su caballo que se le había escapado, pasó más allá de las montañas y descubrió la luz. Se de­jó bañar por los rayos del sol y, de inmediato, volvió a contar lo que vio.

Los habitantes de su pueblo lo escucharon con mucha atención, sin embargo, casi nadie le creyó.
Cuando los invitó a re­correr los senderos por donde había encontrado a su potrillo, fueron po­cos los que se animaron a ir con él, y alguno de los que fueron regresaron lamentándose de que la luz era mala y lastimaba los ojos.

El joven y algunos amigos también sintieron esa molestia, pero fueron abriendo lenta­mente los ojos e hicieron una pantalla con las manos para acostumbrarse a la claridad.
Decidieron armar unas carpas e instalarse en ese lugar. De vez en cuando, retornaban al pueblo y hacían probar a sus familiares y amigos los frutos de la tierra que recibía sol.
Algunos se atrevían a degustarlos y descu­brían nuevos manjares. Otros, al verlos cami­nar con pasos vacilantes en medio de la oscu­ridad, opinaban que esos frutos que comían los enfermaban.

Éstos nunca se enteraron de que, al otro lado, se había construido un hermoso pueblo lleno de colores.

¿Qué significa vivir en la luz? ¿Te arriesgas a buscar cosas nuevas? ¿Te sientes cómodo y te conformas con lo que tienes o te esfuerzas para lograr lo que quieres?.
El evangelio de este domingo nos invita a reflexionar acerca de la miseri­cordia. Jesús vio el sufrimien­to de una mujer, se compadeció, se acercó a ella e hizo algo para aliviarla. Nosotros tam­bién debemos ver a los que sufren a nuestro alrededor, compa­decernos, amarlos y aliviarlos en sus sufri­mientos. Todos somos responsa­bles de todos. Nadie se salva solo.

Parroquia Sagrada Familia