Evangelio del domingo, 18 de febrero de 2024

Todos hemos sentido, en algún momento de nuestra vida, diversas mociones, luces, inclinaciones o inspiraciones. Muchas de ellas nos inclinan a actuar, a seguir adelante, a poder decidir qué es lo mejor para nuestra vida, de cara a un Dios que no es ajeno a lo que hagamos. Muchos hemos sentido como nuestra alma, nos pide momentos de silencio, momentos de soledad. En otras ocasiones, se siento el gozo, la alegría y, por ende, quiere que estemos en compañía, sea de Dios, o de aquellas personas que nos rodean, sean familiares, amigos o conocidos.

Es claro que, en algunas ocasiones, ante dichas luces, inclinaciones o inspiraciones, nuestra vida nos puede parecer como una veleta, la cual gira entre los vientos que vienen de un lado a otro, de un momento determinado o cuando menos lo esperamos; muchas veces planeamos una cosa y al final se hace otra.

Si utilizamos nuestra mirada sobrenatural, es decir, el ver con los ojos de la fe, nos daremos cuenta de que esos vientos de diversas situaciones, acontecimientos, que mueven nuestra vida, sean negativos o positivos, encubren la presencia de Dios, quien muchas veces nos quiere decir algo; es más, es una manifestación palpable de que el Espíritu Santo está trabajando como un guía predilecto en nuestra vida.

Fruto de ello lo podemos ver reflejado en el Evangelio, en donde el Espíritu Santo, empujó a Jesús al desierto, teniendo que pasar por la difícil experiencia de ser tentado por el demonio. Es necesario hacer la experiencia del silencio, de la soledad, o de la prueba en el desierto, para poder estar atentos a la escucha del Espíritu Santo. Cada momento, cada situación, sea difícil, o sea fácil, contribuye para el bien de aquellos que aman a Dios. (Rom 8:28) Pues Dios nos dispone de ellas, para que aprendamos y crezcamos en esta vida.

«Si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón, ninguna tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría hacer que nos desviáramos del camino del bien; sabríamos vencer las sugestiones diarias del mal que está en nosotros y fuera de nosotros; nos encontraríamos más capaces de vivir una vida resucitada según el Espíritu, acogiendo y amando a nuestros hermanos, especialmente a los más débiles y necesitados, y también a nuestros enemigos».

(Homilía de S.S. Francisco, 5 de marzo de 2017).

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Cuaresma, una invitación a detenernos

Una invitación para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad.
Una propuesta para alcanzar la conversión del corazón a través de la oración, la limosna y el ayuno.
Un momento de preparase para renovar las promesas del bautismo, tomando conciencia de que ser bautizados implica llevar el nombre de “cristianos”.
Una ocasión para escuchar la Palabra de Dios.
Una ocasión para pararnos ante el hermano herido.
Una oportunidad para reconciliarse con Dios, con uno mismo y con los hermanos.
"Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido" (papa Francisco)
En este tiempo de conversión, el papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma, nos exhorta a mirar a Dios y a los hermanos. "Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad".
El Santo Padre recuerda que "también hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen".
Es tiempo de conversión, es tiempo de libertad.

«Creados para cuidar y compartir la vida»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

«No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Con estas palabras, que nacen del deseo fraterno de Dios para el ser humano, el Papa Francisco comienza su mensaje para la XXXII Jornada Mundial del Enfermo, que celebramos hoy.

En momentos de debilidad, cuando apenas quedan fuerzas para mantener el cuerpo y el alma en pie, saberse acompañado puede llegar a convertirse en la mejor medicina de quien pierde hasta las ganas de continuar. «Hemos sido creados para estar juntos, no solos», revela el Papa, «y es precisamente porque este proyecto de comunión está inscrito en lo más profundo del corazón humano, que la experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana». Y lo es aún más en tiempos de «fragilidad, incertidumbre e inseguridad», continúa, «provocadas, muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave».
Hoy, además, celebramos la Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas. El lema, La única especie capaz de cambiar el planeta. El efecto ser humano, nos adentra en el sentido de la justicia y la igualdad, poniendo de manifiesto que los desafíos globales nos afectan a todos por igual.

En ambos casos, la vocación de servicio comienza y termina en los ojos de Cristo, en lo más alto de la Cruz. Pero no es una cruz forjada en la tristeza o la desesperación, sino que alcanza su plenitud en la alegría de la Resurrección. Un consuelo que recibimos por medio de Cristo (2 Cor 1, 5), quien sufre con cada hermano que sufre y desea que participemos con Él en esta preciosa misión.

El departamento de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Española propone como lema para la Campaña del Enfermo de este año Dar esperanza en la tristeza. A través de esta campaña, que comienza hoy –festividad de la Virgen de Lourdes– y concluye el 5 de mayo con la Pascua del Enfermo, desean (de la mano del profeta Jeremías) convertir la tristeza en gozo, alegrar y aliviar las penas de los sufrientes (cf. Jer 31, 13).

El Papa recuerda que «los cristianos estamos especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús». Por ello, no solo es esencial cuidar al enfermo, sino también las relaciones, invitando a cuidar «a quienes sufren» y están «solos, marginados y descartados». Con la intención de «contrarrestar la cultura del individualismo y del descarte», insiste en «hacer crecer la cultura de la ternura y de la compasión». Y nos invita a «sanar las heridas de la soledad y el aislamiento» con el amor recíproco que Cristo nos da en la oración y, sobre todo, en la Eucaristía. «Los enfermos, los frágiles y los pobres –destaca el Papa– están en el corazón de la Iglesia y deben estar, también, en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral».

Una llamada al amor derramado que nace en la imagen del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37) y que coincide, de principio a fin, con el lema Dar esperanza en la tristeza. «Desde Pastoral de la Salud, se quiere promover la reflexión sobre un tema que nos parece particularmente urgente, el aumento de las personas que padecen sufrimiento psicológico y emocional».

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Evangelio del domingo, 11 de febrero de 2024

Señor, si quieres, puedes limpiarme…” Jesús, sintiendo lástima; extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”. La compasión de Jesús. Ese padecer con que lo acercaba a cada persona que sufre. Jesús, se da completamente, se involucra en el dolor y la necesidad de la gente… simplemente, porque Él sabe y quiere padecer con, porque tiene un corazón que no se avergüenza de tener compasión.

“No podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado”. Esto significa que, además de curar al leproso, Jesús ha tomado sobre sí la marginación que la ley de Moisés imponía. Jesús no tiene miedo del riesgo que supone asumir el sufrimiento de otro, pero paga el precio con todas las consecuencias.

La compasión lleva a Jesús a actuar concretamente: a reintegrar al marginado. Y éstos son los tres conceptos claves que la Iglesia nos propone hoy en la liturgia de la palabra: la compasión de Jesús ante la marginación y su voluntad de integración.

Marginación: Moisés, tratando jurídicamente la cuestión de los leprosos, pide que sean alejados y marginados por la comunidad, mientras dure su mal, y los declara: “Impuros”. Imaginen cuánto sufrimiento y cuánta vergüenza debía de sentir un leproso: físicamente, socialmente, psicológicamente y espiritualmente. No es sólo víctima de una enfermedad, sino que también se siente culpable, castigado por sus pecados. Es un muerto viviente, como "si su padre le hubiera escupido en la cara".

(Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2015).

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Proyecto arciprestal solidario de concienciación y motivación para el respeto y cuidado de la naturaleza en la India

El arciprestazgo del Vena toma el testigo para dinamizar y recaudar fondos en un nuevo proyecto solidario coincidiendo con la campaña de Manos Unidas por un mundo más sostenible y respeto a la naturaleza.

De la mano de un sacerdote diocesano de más de 50 aldeas del estado de Manipur, en la India, el conjunto de parroquias del arciprestazgo del Vena en Burgos cooperarán para recaudar un importe de 91.410€ para cumplir los siguientes objetivos:

- Plantación de árboles.
- Recogida de plásticos-reciclaje.
- Fabricación de compost para fertilizantes.
- Formación para sustituir el cultivo Jhum y la deforestación por prácticas sostenibles y así aumentar sus ingresos.
- Instalación de 10 tanques de ferrocemento en escuelas y 10 tanques en distintas aldeas para recoger el agua de lluvia y almacenarla para la época seca.

Parroquia Sagrada Familia